Viudas y huérfanos

Las mujeres y los niños fueron las víctimas más silenciadas de la Guerra Civil española. En los archivos históricos municipales del sur de Córdoba proliferan los listados de huérfanos, siendo especialmente dramáticos aquellos en los que se atestigua la ausencia de ambos progenitores. Junto a ellos numerosos nombres de viudas, mujeres que, en muchos casos, ni siquiera tuvieron esa consideración ya que a sus esposos se les tuvo por simples desaparecidos.

VIUDAS Y HUÉRFANOS

Secuelas de la tragedia

La Guerra Civil española, como la mayoría de los conflictos bélicos, aumentó las condiciones de amenaza y riesgo sobre las mujeres. De modo que el empobrecimiento, la inseguridad y el desigual acceso a los recursos agravaron su vulnerabilidad durante la contienda e incluso después de ella cuando quedaban como únicas cabezas visibles al frente de sus familias.

Sin embargo, la situación fue muy distinta dependiendo del bando en el que hubiesen quedado. Por un lado, las viudas de los «caídos y mártires» de la guerra civil representaron un “luto oficial” que se remarcaba con sus relatos de cautiverio, dolor y muerte. El duelo activo y público de algunas de estas mujeres se mantuvo como recuerdo vivo del conflicto, a la vez que en la más inmediata postguerra aparecen en muchos casos formulando denuncias y acusaciones contra sus vecinos de pasado republicano.

Para las viudas y huérfanos de militares sublevados muertos en cautiverio, ya en abril de 1938, Franco aprobó un decreto por el que se les reconocía el derecho a cobrar pensiones extraordinarias, haciéndolo extensivo también a sus padres dos años más tarde. En 1941 una nueva ley ampliaba estos beneficios a los padres y madres de sacerdotes «muertos como consecuencia de la Guerra de Liberación”.

Por su parte, las viudas y huérfanos del bando republicano quedaron excluidos de estos beneficios, así como de otros, cuando menos peculiares, como fue el caso del viaje a Italia para los niños de Baena que habían perdido a alguno de sus progenitores en el asilo de San Francisco; los que los perdieron en el Paseo no aparecen incluidos en esa lista.

Las viudas cuyos maridos se habían significado en el periodo del Frente Popular o durante los primeros momentos de la guerra, solían sufrir además todo tipo de vejaciones. Rapadas, humilladas, purgadas con aceite de ricino y paseadas por el pueblo, soportaron en muchas ocasiones el desvalijamiento de sus casas y el embargo de sus bienes para pagar multas por responsabilidades políticas aplicadas a sus maridos ya difuntos.

Tal y como señala la escritora Pilar Molina García, “Se les ofrecía la oportunidad de vivir y morir por falta de medios, se les abría la opción de la mendicidad como única expectativa y se les condenaba, no solo a ellas, sino también a sus hijos, a los más terribles padecimientos. Durante cuatro décadas no se les otorgó ni pensiones ni ayudas, dejándolas totalmente desamparadas”.

Tan pronto se produjo en España una situación democrática, se hicieron gestiones para conceder derechos a las viudas de republicanos muertos durante la guerra. En escritos a Adolfo Suárez, en diciembre de 1976, febrero de 1978 y mayo de 1980, se pedía que se les otorgara los mismos derechos que durante cuarenta años percibieron los «caballeros mutilados» y sus mujeres. En 1980 se promulga el decreto (Ley 35/1980, de 26 de junio) por el que se conceden pensiones a mutilados de guerra excombatientes de la zona republicana (BOE de 10/7). En enero de 1984, en pleno gobierno socialista, se remitió al presidente González un documento que resumía las aspiraciones más acuciantes de ese colectivo, solicitando un plazo de seis meses para la resolución de todos los expedientes en curso de estudio, y relativos a mutilados e inválidos de guerra, mutilados civiles y viudas de guerra, teniendo en cuenta la avanzada edad de gran parte de los interesados, que, pese a las promesas hechas, todavía seguían esperando. En 1984 el decreto Ley 37/1984, de 22 de octubre, reconocía los derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas y de Orden Público y Cuerpo de Carabineros de la República (BOE 1/11). Con anterioridad, entre 1976 y 1985 se promulgaron varios decretos en los que, sin embargo, la equiparación de los militares de ambos bandos no acababa de ser plena.

Muchas viudas de la guerra se vieron en una situación de subsistencia tan comprometida que se vieron forzadas a robar para poder alimentar a sus hijos. Las cárceles se llenaron de mujeres condenadas por delitos económicos dejándolas a merced de un contexto difícil. En situaciones de necesidad rebuscaron leña, frutos silvestres o cualquier otro producto que ayudara a la precaria economía del hogar. Usando nuevamente las palabras de la escritora Pilar Molina, “las viudas de la guerra son un ejemplo de valentía y optimismo pese a los incontables obstáculos. No han tenido una voz propia y, sin embargo, aguantaron los golpes de la Guerra Civil con el asesinato, el encarcelamiento o la huida de sus maridos”.

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