Testimonios de aquella guerra

La guerra civil española dejó una profunda huella en cuantos la padecieron. Sirva esta sección como pequeño homenaje a todas aquellas personas que, de un modo u otro, sufrieron durante y después de aquellos aciagos años

Los testimonios que se reproducen en esta página han sido manifestados en su totalidad por personas que vivieron directamente la tragedia de la guerra civil en los pueblos del sur de Córdoba. Estas grabaciones comenzaron a recopilarse en el inicio del nuevo milenio cuando todavía se podían encontrar testigos de la tragedia. Esta labor, que se ha venido desarrollando por parte de la Asociación Iponubensis hasta fechas muy recientes y que aún hoy sigue haciéndose, pretende rescatar la memoria de quienes fueron protagonistas directos de aquella lucha fratricida, a la vez que se presentarla como un homenaje a cuantos mostraron públicamente sus recuerdos a través de éste y otros trabajos. La propia naturaleza humana hace que hoy ya no estén entre nosotros pero, afortunadamente, nos legaron estos valiosos testimonios que harán que su memoria siempre perdure.

En la noche del 18 de julio de 1936, los baenenses  escucharon sobresaltados las noticias que llegaban a través de la radio sobre el Alzamiento militar en Marruecos, pero aún fueron más alarmantes los gritos que algunos milicianos comenzaron a lanzar por distintas calles de los barrios obreros de la ciudad: «Se ha liado la guerra».

A pesar de la difícil situación social que se vivía en los pueblos del sur de Córdoba, la noche del sábado 18 de julio funcionaron los cines y teatros y había público en parques, cafés y tabernas. Al día siguiente, los servicios religiosos se llevaron a cabo con total normalidad,..  poco sospecharían entonces lo que cambiaría todo en apenas unas horas.

Las primeras detenciones efectuadas por la guardia civil en la noche del 18 de julio se produjeron en la Casa del Pueblo situada a corta distancia del cuartel. Allí se apoderaron también de los libros de afiliados a organizaciones sindicales y se citó para la mañana siguiente en el Ayuntamiento a los que habían sido concejales en el gobierno  frentepopulista.

Concha Muñoz fue la persona más longeva que visitó  la exposición «Hubo en Baena una guerra».  Con una excepcional memoria y gran elocuencia rememoró el comienzo del conflicto bélico en la localidad y el avance de los milicianos que en apenas dos días se hicieron con el control de la mayor parte del pueblo. 

Al igual que ocurrió en otras localidades, Baena quedó dividida entre la zona controlada por los milicianos y la zona en la que se habían hecho fuertes los sublevados. A partir de ese momento, el día a día de los habitantes de la localidad se convirtió en una odisea en la que el salir a la calle podría costarles la vida . 

Si la guardia civil mantenía como rehenes en el cuartel a familiares de destacados líderes anarquistas, los milicianos también comenzaron a efectuar detenciones de personas de destacada ideología derechista o emparentadas con los defensores de los puestos de resistencia de los sublevados.. 

La instauración del comunismo libertario por parte de los milicianos, hizo que se establecieran lugares de abastecimiento donde habrían de llevarse los víveres incautados en las tiendas y domicilios particulares de las zonas que iban cayendo en su poder. Eso no impidió que se produjeran rapiñas particulares como la que en este testimonio se narra.

La persecución religiosa fue especialmente dura en Baena, siendo asesinados tres sacerdotes y la anciana superiora del colegio del Espíritu Santo.  También los templos sufrieron las iras anticlericales y, al igual que ocurriría en otros pueblos de la comarca, se destruyeron incontables obras de arte y la mayoría de las iglesias fueron incendiadas.

Con el transcurso de los días, el hostigamiento a los reductos sublevados por parte de los milicianos era cada vez más intenso, llegando incluso a rendirse la avanzadilla situada en el edificio de la subbrigada sanitaria en la calle Amador de los Ríos. La situación en las calles a partir de ese momento fue de extremo peligro y  fuego cruzado entre los dos bandos. 

Las incautaciones y saqueos se intensificaron a partir del 25 de julio en la práctica totalidad del pueblo. Cualquier domicilio cuyos propietarios hubiesen sido llevados como prisioneros al asilo de San Francisco o se hubieran marchado a zonas que considerasen más seguras, era abierto por la fuerza y saqueado su interior incluso en varias ocasiones . 

La llegada de la columna de Sáenz de Buruaga a Baena el día 28 de julio fue precedida por un intenso tiroteo y fuego de cañón que hizo replegarse a los milicianos a sus posiciones primitivas en el asilo de San Francisco. A partir de ese momento, las banderas rojas en los domicilios que antes fueron una salvaguarda, podían ser ahora motivo de inmediato fusilamiento. 

El 28 de julio de 1936 fue, sin duda, el día más trágico en la historia contemporánea baenense. La llegada a la localidad de la columna de Sáenz de Buruaga con su avanzadilla del Ejército de África, derivó en un baño de sangre en el Paseo del Ayuntamiento que tendría como macabro colofón los asesinatos cometidos por los milicianos en San Francisco.

La entrada de las tropas regulares y los primeros fusilamientos en la zona del Pilancón, hicieron que muchas personas se sintieran en grave peligro a pesar de no haber participado en los acontecimientos de días anteriores. Fue el caso de Manuel Nieto que para poner a salvo su vida tuvo que huir de Baena dejando atrás mujer e hijos.

A medida que avanzaba la tarde del 28 de julio las tropas regulares que acompañaban a la columna Saenz de Buruaga iban dominando las distintas calles de Baena, sembrando el terror entre sus habitantes. En aquellos momentos una simple prenda de vestir de color rojo podía interpretarse como un apoyo explícito a los milicianos anarquistas.

Varios grupos de la columna sublevada que entró en Baena el 28 de julio, voceaban por las calles que todos los hombres subieran al Paseo porque allí les pondrían un brazalete con un sello del cuartel de la Guardia Civil que haría las veces de salvoconducto. Muy pronto se darían cuenta de que aquel pañuelo blanco en el brazo  tampoco les garantizaría salvar sus vidas.

Un líquido rojizo comenzó a descender desde el Paseo de Baena la tarde del 28 de julio. Era agua de los baldeos que se estaban realizando en la plaza para limpiar la sangre de los fusilamientos. Aquella estampa quedó para siempre en la memoria de cuantos la vieron, como quedaría también la de los cadáveres insepultos en las calles de la población.

Un olor característico comenzó a impregnar las calles de Baena en aquellos días finales del mes de julio de 1936, era el de la carne quemada con gasolina de los numerosos cadáveres que se llevaron al cementerio desde el Paseo y de los que se fusilaron en el mismo camposanto en los días posteriores a la entrada de la columna Sáenz de Buruaga. 

Los fusilamientos de Baena quedaron en el imaginario colectivo como una de las peores masacres de la guerra aumentando incluso el número de víctimas hasta cifras desmedidas. Igual ocurrió con los crímenes de San Francisco cuya crueldad horrorizó también a gran número de baenenses que, aún en su inocencia, huían por miedo a las represalias.

El testimonio de Josefa refleja el de muchas mujeres baenenses que se vieron en una difícil situación tanto en los años de guerra como una vez hubo finalizado la contienda. Salvar su vida y la de sus hijos fue una constante y para ello no dudaron en escapar de la población aprovechando la oscuridad de la noche y el cauce del río Marbella hasta Castro del Río.

En los baenenses de la generación de la Guerra fue habitual tener pérdidas de familiares cercanos. El elevado número de víctimas que provocó el conflicto armado hizo que pueblos y ciudades se vistiesen de luto. Unos recordando públicamente el haber sido víctimas de la barbarie, otros llorando en silencio  a los que entonces se condenó al olvido . 

El contraataque republicano comenzó a finales de julio con la llegada a Montoro de la columna del general Miaja y el comienzo de las operaciones coordinadas en la provincia. Una de las primeras fue el ataque a Baena entre el 5 y el 6 de agosto llevado a cabo por la agrupación Peris con milicianos de la comarca unidos a fuerzas venidas de Jaén.

El destino de Concha Muñoz la libró de los muchos y cercanos peligros que vivió durante la guerra. Uno de ellos fue el bombardeo que sufrió Baena a finales de octubre de 1938.  La vivacidad con la que narró esta terrible experiencia nos acerca por un momento  al pánico de la población ante las incursiones aéreas.

Rosario Medianero nos dejó este emotivo testimonio narrando lo que para muchas personas, en especial mujeres, supuso la guerra civil española. El drama que se vivió entonces dejaría honda huella en cuantas personas lo sufrieron, aquellas cuyas vidas truncó la guerra para siempre. 

Al concluir la entrevista realizada en noviembre de 2020, Concha Muñoz, una longeva baenense que hasta su mismo fallecimiento mantuvo una asombrosa memoria, hizo una reflexión final que en pocas y sencillas palabras vino a resumir el drama que significó aquel conflicto bélico.

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