Vestigios de aquella guerra

La Guerra Civil española dejó en la provincia de Córdoba una serie de construcciones militares que recuerdan el papel que ocupó en los enfrentamientos entre ambos bandos. Sin embargo, salvo excepciones recientes (como es el caso de los refugios antiaéreos de Villanueva, convertidos en un museo) esta arquitectura bélica ha sido relegada a un segundo plano, pese a que cuenta con obras singulares, fruto de la pericia de los ingenieros militares.

Los otros vestigios que aún subsisten corresponden, generalmente, a símbolos religiosos, sobre todo cruces, que en su día dejaron de tener significación política al eliminarse las inscripciones alusivas a los caídos del bando sublevado o bien se sustituyeron por otras que de forma genérica recordaban a los muertos de ambos bandos.  

Finalmente, conservados en museos (caso de Fuente Tójar) o en otros lugares de ámbito privado, se encuentran los más variados elementos materiales (monolitos, placas, cristales con disparos…) que, al margen de polémicas, se mantienen como testimonios históricos de un acontecimiento bélico de gran trascendencia para la historia contemporánea de España.

Un patrimonio incómodo

Casamatas, nidos de ametralladoras, trincheras y refugios son los principales elementos de ese «patrimonio arqueológico incómodo», como lo ha definido algún experto. Varias de estas construcciones disfrutan de algún grado de protección de la Consejería de Cultura; otras, sin embargo, no. En cualquier caso, la mayoría delatan la ausencia de un plan para su conservación y los daños en muchas de ellas son ya irreparables.

Los vestigios en el sur de la provincia de Córdoba corresponden a las dos primeras categorías ya que los refugios antiaéreos fueron, generalmente, adaptaciones de sótanos y otros lugares apropiados para ese fin, pero en ningún caso construcciones realizadas al efecto.

Los búnkeres, casamatas o chozas, nombres genéricos o propios de la zona con los que se conocen este tipo de construcciones de la guerra civil, se sitúan en el cortijo El Frances, de Bujalance; en el paraje del Alamillo, muy próximo a la antigua estación de Luque, y junto a la carretera de Baena a Valenzuela (A305), cercanos a la pedanía de Albendín.

Comenzaron a construirse tras finalizar la conocida como “campaña de la aceituna”, ofensiva franquista iniciada a finales de 1936 que supondría la pérdida de la Campiña de Córdoba para el bando republicano. La posterior estabilización del frente llevó a fortificar este sector, de manera que se cubría de un eventual contraataque procedente de Jaén.

La mayoría de estas fortificaciones debieron servir más de control y vigilancia que de cobijo de armamento pesado, y se mantuvieron activas hasta el final de la contienda como lo demuestra una inscripción existente en las ubicadas en el término de Luque: 20 compañía-zapadores-1939.

Por su parte, el bunker del cortijo El Francés, en Bujalance, se emplaza en una prominencia desde la que se domina un gran sector del Valle alto del Guadalquivir cordobés y otras zonas de la provincia jiennense como el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Andújar) o las poblaciones de Lopera y Porcuna.

Finalmente, los fortines, realizados generalmente con piedras de la zona, se sitúan en la parte alta y ladera Este del Cerro de las Cabezas (Fuente Tójar), protegiendo la depresión Priego-Alcaudete, en primera línea de frente, con el río Caicena separando la zona franquista de la republicana. Tienen planta cuadrangular o rectangular con acceso en L y curva, a modo de torre, presentando ventanas saeteras para las labores de vigilancia y defensa del territorio.