Julián Caballero había nacido en Villanueva de Córdoba a finales del siglo XIX, comenzando desde muy niño a trabajar en las duras faenas agrícolas y aprendiendo las primeras letras en los centros obreros de su localidad. De fuertes ideales políticos, fundó junto a Josefa López «la Mojea» la sección del PCE en Villanueva, ejerciendo como alcalde del municipio durante el periodo del Frente Popular.

Tras el fin de la guerra, Julián formaría una partida con miembros itinerantes y otros de permanencia más estable, entre los que se encontraban María Josefa López Garrido, maestra que había presidido a las Mujeres Antifascistas; Melchor Ranchal Risquer, experimentado guerrillero que venía operando en las inmediaciones de la capital cordobesa; el practicanta Librado Pérez, y el tabernero Ángel Moreno, en cuyo establecimiento se llevaron a cabo numerosas reuniones clandestinas de opositores a la dictadura.

El período de actividad de esta partida de maquis estuvo marcado por las dificultades del terreno y la climatología adversa. Sin embargo, esta zona rural estaba lo bastante poblada para permitir tejer una amplia red de contactos con los ganaderos locales. Por supuesto, el terreno agreste y escarpado, con numerosos escondrijos le facilitó escapar de las continuas batidas de la Guardia Civil.

Uno de sus escondites favoritos era la cueva del Fato, entre dos fincas de difícil acceso y con muy buena visibilidad para detectar elementos enemigos. Allí contaban con la complicidad de una de las familias locales, los Cobo Reina. En estos parajes se establecía el Estado Mayor de la Tercera Agrupación Guerrillera de Sierra Morena. 

En junio de 1947 es apresado y torturado el maqui conocido como “El Corchete”, que acabaría confesando el lugar en el que se escondía la partida. Gracias a esta valiosa información, el día 11 de ese mismo mes y al mando del capitán falangista Tamayo, una fuerza de entre 50 y 100 efectivos sorprendió al grupo de guerrilleros, ejerciendo contra ellos una brutal violencia. Julián Caballero y María Josefa López acabarían abatidos, aunque hubo quien aseguró que se suicidaron antes de caer en manos de las tropas franquistas. Por su parte, la familia Cobo Reina sufrió la misma suerte por la ayuda que habían venido prestando a los maquis.

Los cadáveres fueron llevados a la plaza del pueblo, vejados por los adeptos al régimen y expuestos públicamente durante días. Julián Caballero, Melchor Ranchal y Librado Pérez fueron enterrados en el cementerio municipal. El resto de cuerpos acabaron, con toda probabilidad, en la fosa común.

Desde el año 2014, la ruta del Barranco de la Huesa está catalogada como Lugar de Memoria Histórica de Andalucía. 

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