Nacido en Rute en 1908, Salvador Villanueva Porras, era hijo único de una familia acomodada y de convicciones cristianas, algo que no sería impedimento para que desarrollase también un espíritu progresista y aunque de forma privada había manifestado sus simpatías republicanas, nunca se significó públicamente con ninguna causa política. Su padre, José Villanueva, oriundo de Granada, que había ejercido como maestro en la localidad, sí que tuvo ciertos lazos con el Partido Republicano Radical y en la destilería ruteña de su propiedad se fabricaban, entre otras, las marcas Anís Lerroux y Anís Pérez Galdós.

Alumno aplicado desde su infancia, había estudiado Derecho y completaba su formación en Filosofía cuando opositó a judicatura, obteniendo la calificación más alta en los exámenes convocados en Madrid poco antes del verano de 1936. Casi de forma inmediata se le nombraría para su primer destino, el juzgado de Instrucción nº 1 de Sevilla, donde habría de incorporarse en el mes de diciembre.

El golpe militar le sobrevino en Rute, lugar al que se había desplazado junto a sus padres desde la pensión que ocupaban en Madrid mientras preparaba las oposiciones. Hacia mediados de agosto, el teniente Basilio Osado se personó en su domicilio, deteniéndolo y llevándolo al cuartel donde sería interrogado y donde todo parece indicar que rechazó unirse a la sublevación, declarándose partidario del gobierno de la República. Ese firme compromiso unido a la animadversión que otro destilador de la localidad, el mismo del que partió la denuncia contra el joven juez, tenía hacia su familia, hicieron que se precipitasen los acontecimientos. De poco valdrían los ruegos desesperados de su padre y las gestiones realizadas por Rafael Reyes, propietario de Anís Machaquito, y otros miembros de la oligarquía ruteña, la suerte del juez Villanueva estaba echada.

En la noche del 18 de agosto, un grupo de falangistas de Priego de Córdoba, donde poco antes había tomado posesión como Comandante Militar de la plaza el teniente de la guardia civil Francisco Roldán Écija, natural de Rute, sacaron del cuartel a Salvador Villanueva y tras subirlo al camión que conducían, se dirigieron hacia la cárcel de la localidad donde incorporaron a otros tres detenidos, entre los que se encontraba el oficial de la notaría y secretario de la agrupación socialista, Juan José Rodríguez Rodríguez. Descalzos y atados en pareja con alambres, fueron conducidos pasada la medianoche a la carretera de Lucena a Jauja, donde serían fusilados.

El 8 de junio de 1937, como consecuencia del expediente tramitado al amparo del Decreto de 10 de noviembre de 1936 que regulaba el asiento de los desaparecidos, se anotaban las cuatro primeras inscripciones de asesinados en el Registro Civil de la localidad. Entre ellas se encontraba la del juez Salvador Villanueva, un joven letrado de prometedora carrera, cuyo trágico final parece intuyó desde muy pronto en los pocos días que permaneció detenido. Así debió manifestárselo a su amigo, el fiscal Navajas, que sí había obtenido permiso para poder visitarle en los calabozos del cuartel. Por ello le entregó sus pertenencias (reloj, gafas y anillo) para que se las hiciera llegar a su padre. El mismo que siempre se aseguró en Rute, perdió la razón al recibirlas.

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