Religión y moralidad

Guerra civil española

buenos patriotas, buenos cristianos

La presencia del hecho religioso durante la guerra civil y la postguerra es un hecho incontestable. Si en la retaguardia republicana la persecución del clero y la destrucción de iglesias fue algo que el bando sublevado se encargó de difundir ampliamente, desde que el conflicto bélico se plantease como una «cruzada de liberación», la simbología y el ceremonial católico seria una constante en la zona  que iba quedando bajo el control franquista. Desde procesiones improvisadas tras la llegada de las fuerzas rebeldes a los pueblos a los propios «Detentes» o pequeños óvalos bordados con una invocación al Corazón de Jesús para que no alcanzasen las balas a los soldados que los portaban, la vida pública y la privada discurrirían unidas a la Religión. El igual que el tricornio de la Guardia Civil, el bonete que llevaban los sacerdotes se convirtió en un signo respetado como lo fue de persecución y martirio en tiempos anteriores.

El fin de la contienda supuso el inicio de un nuevo modelo social donde el buen cristiano debería ser en consecuencia un buen servidor de la Patria. Así aparecería reflejado en el Catecismo patriótico español, obra del que más tarde sería obispo de Córdoba, fray Albino González Menéndez-Reigada, que desde 1939 hasta finales de la década de los 40 fue de obligado uso en las escuelas de España.

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