Nacido en 1875 en el seno de una familia acomodada de Puente-Genil, desde muy joven se destacó por su activa defensa de los derechos de aquellas personas más desfavorecidas, desarrollando un socialismo moderado que le granjeó tanto las simpatías de la clase trabajadora como el respeto de la patronal, representada a través de industriales y propietarios.

Destacado militar en la guerra de África, tuvo contacto directo con el fundador de la Legión, Millán Astray, y nombrado capitán honorario de este Cuerpo, aunque sus verdaderos intereses estaban en su localidad natal de la que fue teniente de alcalde en 1905 y primer regidor quince años más tarde, consagrándose como uno de los políticos más considerados del país, a pesar de sus renuncias a cargos de mayor relevancia para dedicarse de forma exclusiva al beneficio de sus convecinos.

 

 

De este modo, puso en marcha la red de abastecimiento de agua, el mercado de abastos o la nueva sala de operaciones del hospital, construyendo nuevas fuentes y abrevaderos, así como el Paseo del Romeral, entre otras muchas mejoras. Consiguió mantener el pan a bajo precio y fomentó el desarrollo de la enseñanza y la cultura introduciendo mejoras en la Escuela de Artes y Oficios y participando activamente en la vida artística de la localidad.

En 1922 fue reelegido alcalde por mayoría absoluta, consiguiendo una nueva bajada del pan y el desarrollo de nuevas obras públicas. Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, Romero Jiménez dejó la alcaldía pontanesa, apareciendo durante ese tiempo como representante de la logia masónica 18 de Brumario nº 21 de Puente Genil en las asambleas de la Gran Logia Regional del Mediodía.

Ya en 1930 vuelve a tomar posesión de la Alcaldía, permaneciendo en ella hasta la proclamación de la Segunda República. Un breve tiempo que, a pesar de las dificultades políticas y económicas, le sirvió para acrecentar en la población el respeto a la autoridad y facilitar el suministro de medicamentos a enfermos pobres. En 1933 fue nombrado presidente local del Partido Republicano Progresista, de Niceto Alcalá Zamora, aunque tres años más tarde volvería a presidir la Corporación Municipal bajo las siglas socialistas.

A raíz de la sublevación militar del 18 de julio, Romero Jiménez marchó de Puente Genil y finalizada la guerra regresó en la creencia de que nada habría de sucederle. Sin embargo, fue arrestado por masón y sometido a Consejo de Guerra y tras ser condenado a muerte por su fidelidad a la República solicitó ser fusilado dada su condición militar. De poco le valió el ser capitán honorario de la Legión y amigo personal de Queipo de Llano y otros africanistas como Millán Astray y el propio Franco. El 24 de octubre de 1939 y en el paseo de la Victoria de su localidad natal, fue ejecutado mediante garrote vil delante de sus vecinos, los mismos a los que tanto había favorecido y a los que tanto llamó la atención su entereza. Antonio Romero Jiménez fue, sin duda, una víctima ejemplarizante; la única de la Guerra Civil que murió a garrote en la provincia de Córdoba.

 

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