Ricarda Ana Cobacho Cañete nació en 1900 en la aldea lucentina de Jauja, donde su familia regentaba una tienda de comestibles. Ricardita, como era conocida por el vecindario, se preocupó desde muy joven por su formación y, gracias a ello. pudo ejercer más tarde como maestra particular, a la vez que ayudaba a sus convecinos en las distintas gestiones administrativas que tenían necesidad de hacer.

Preocupada por los elevados índices de analfabetismo que se daban en su entorno, a comienzos de la República inició una campaña para conseguir la construcción de una escuela, algo que chocó en aquel momento con los intereses del guardia civil Antonio Velázquez Mateo, que pretendía lo propio con un nuevo cuartel. La disparidad de pretensiones se convertiría en un enconado enfrentamiento que finalizó cuando Ricardita lo denunció por coacciones en la Comandancia de Córdoba provocando con ello su trasladado a la provincia de Málaga.

Tras el estallido de la contienda en julio de 1936, el guardia Velázquez regresó a Jauja, a la vez que Ricarda Ana, temerosa de posibles represalias, abandonó la aldea como lo hicieron también sus hermanos, de filiación socialista, dejando a los cuatro niños al cuidado del padre. 

A finales de octubre, después de pasar dos meses alojada en una pensión de la capital, volvería Jauja, cuando ya la represión había comenzado y el propio guardia Velázquez, convertido ahora en jefe de los requetés, vio la ocasión propicia para saldar sus antiguas diferencias. Detenida de inmediato, junto a su madre, su hermana y una amiga de la familia, Rosalía Ruiz Cobacho, de 52 años, cuyos hijos, también socialistas, habían huido a principios de la guerra, fueron sometidas durante cuatro días a vejaciones y torturas que en el caso de Rosalía finalizaron el 5 de noviembre cuando fue fusilada en la puerta del cementerio. A Ricardita la apartaron del grupo, llevándola el guardia Velázquez a una casa de campo donde fue cruelmente torturada, apareciendo su cuerpo a los pocos días en el arroyo de La Coja, semienterrada y destrozada. El fatal desenlace fue descubierto por un conocido de la familia, Vicente Maireles Carrasco, que acabó de enterrarla y llevó la trágica noticia a la aldea. El marido enfermó, perdiendo la razón, y de sus cuatro hijos menores de edad, el mayor, Juan José, de tan solo 13 años, sufrió una paliza al preguntar en el cuartel por su madre.

El asesinato de Ricarda Ana Cobacho alcanzó una gran notoriedad ya que el 20 de octubre de 2004 uno de los hijos denunció ante el Juzgado de Lucena la desaparición de su madre a primeros de noviembre de 1936. La causa fue archivada por la Audiencia Provincial de Córdoba un año más tarde y el caso se convirtió en mediático cuando la familia decidió llevarlo ante el Tribunal Constitucional. El juez Baltasar Garzón en su famoso auto de la ‘Causa contra los crímenes del franquismo’ dedicó íntegramente el punto decimoquinto a esta joven maestra de Jauja.

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