A las puertas de la tragedia
El entusiasmo con el que amplios sectores sociales acogieron la llegada de la II República pronto se vería truncado y las expectativas generadas por el nuevo régimen parecían no llegar a cumplirse. Las elecciones de febrero de 1936 dieron el triunfo al Frente Popular y los acontecimientos comenzaron a precipitarse. El sur de Córdoba, al igual que el resto de España, se encontraba ya a las puertas de su peor tragedia.
TIEMPOS DE REPÚBLICA
Los antecedentes
Tras la dimisión el 28 de enero de 1930 del general Primo de Rivera que se había hecho con el poder tras protagonizar un golpe de Estado siete años antes, los sucesivos gobiernos de Berenguer y Aznar no consiguen restablecer un orden constitucional capaz de asegurar la pervivencia de la monarquía.
Las aspiraciones de democratización y modernización del país habían ido cobrando fuerza no sólo en sectores intelectuales y políticos sino también en los movimientos de masas. En este marco reivindicativo, la República se concibe como la forma de Estado más idónea para llevarlas a cabo.
Los hechos se suceden con rapidez. El 27 de agosto se firma el Pacto de San Sebastián entre monárquicos desencantados, republicanos y nacionalistas, a los que se unirán también algunos representantes de los socialistas. El 30 de diciembre tiene lugar la sublevación de Jaca encabezada por los militares Galán y García Hernández que, pese a su fracaso, serán considerados como los primeros héroes de la República.
Las elecciones de abril
El 12 de abril de 1931, como primer paso del programa electoral del almirante Aznar, se celebran las elecciones municipales que llegan a interpretarse como un auténtico plebiscito entre monarquía y república. En ese contexto, la victoria de los republicanos en la mayor parte de las capitales de provincia y, sobre todo, en Madrid, Barcelona y Valencia, se considera un triunfo indiscutible de sus planteamientos políticos y en apenas cuarenta y ocho horas la bandera tricolor estará ondeando en las fachadas de todos los Ayuntamientos: “España se acostó monárquica y se levantó republicana”, diría el almirante Aznar. Así, dos días después de celebrarse los comicios, se proclama la República y el rey Alfonso XIII sale de España.
Inmediatamente se forma un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora, del partido de Derecha Liberal Republicana, que permanece hasta diciembre de 1931. La misma noche del 14 de abril, el Gobierno decreta una amnistía para los delitos políticos, sociales y de imprenta, además de fijar su propio estatuto jurídico, estableciendo un marco mínimo de garantías entre las que se encontrará la libertad de cultos y creencias, así como el respeto a los derechos y libertades de los ciudadanos. Las manifestaciones de adhesión se sucedieron a lo largo de toda la geografía peninsular y el país acogería con entusiasmo la que vendría a ser su segunda República.
Carnet de la CNT
Insignia escudo de la República
Constitución de la Segunda República
Insignia Guardia de Asalto
LOS ENEMIGOS DE LA REPÚBLICA
Abocados a un conflicto armado
Una de las claves para entender las dificultades con las que tuvo que enfrentarse el gobierno republicano-socialista del primer Bienio de la Segunda República en sus intentos de aplicar su ambicioso programa de reformas en las estructuras políticas, administrativas, educativas, culturales, sociales y económicas de España fue la resistencia y oposición de una serie de fuerzas políticas y sociales de distinto signo, poder e influencia.
Por un lado, estarían las fuerzas a la izquierda, principalmente los anarquistas. Por otro, se encontraba una potente oposición eclesiástica, la de amplios sectores de la oficialidad del Ejército y la de las distintas derechas.
Los anarquistas terminaron por declarar a la República, como a cualquier otra forma de Estado, como enemiga de la clase obrera, aunque no se movilizaron en su contra cuando se proclamó. En plena Dictadura de Primo de Rivera se había fundado la FAI (1927), como sociedad que reclutó a sus afiliados entre los cuadros más duros de la CNT. Ante lo que consideraban excesiva lentitud de las reformas republicanas, especialmente, la agraria, la FAI y la CNT impulsaron la iniciativa campesina y obrera al margen del poder. Así se sucedieron diversas agitaciones anarquistas en el campo y en las fábricas. El gobierno respondió, en general, con extrema dureza. Los sucesos de Casas viejas, en la provincia de Cádiz, fueron una buena prueba de ello.
Las medidas secularizadoras del Estado, los enfrentamientos con determinados miembros de la jerarquía eclesiástica, entre ellos el cardenal Segura, y el vandalismo anticlerical que no fue atajado de forma diligente por el Gobierno, generaron entre los católicos un fuerte rechazo al nuevo Régimen constituido. La Iglesia, a pesar de las buenas intenciones mostradas en la Pastoral Colectiva de los obispos publicada en 1932, se convertía en otro fuerte enemigo de República. Por su parte, los sectores más reaccionarios del Ejército se posicionaron en contra, sobre todo al entender que el proceso de las autonomías atacaba directamente a un dogma sagrado: la unidad de la Patria. Finalmente, dentro de los partidos políticos, la derecha monárquica y antirrepublicana, pretendía, no sin muchos disimulos, acabar con la República mediante la conspiración militar.
La II República tendría, por tanto, una serie de enemigos poderosos y bien organizados que pronto se enfrentarían abiertamente a ella en una España donde la brecha social era cada vez más evidente y el conflicto bélico se comenzaba a presagiar en un país donde los postulados políticos y sociales eran ya irreconciliables.
LA SITUACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA
De la confrontación a la insurrección armada
El 16 de febrero de 1936 se celebran elecciones en toda España a las que concurren dos grandes coaliciones: el Frente Popular (candidaturas republicanas y de izquierda) y los partidos de derechas (con diversos nombres en toda España) que en Córdoba concurrieron como Candidatura Antirrevolucionaria.
El resultado de los comicios en la provincia de Córdoba fue favorable al primer grupo que el obtendría 158.011 votos y 10 diputados frente a los 110.165 votos y 3 diputados que de la coalición conservadora. A pesar de que las elecciones no tenían carácter municipal, una de sus primeras consecuencias fue la renovación de algunos ayuntamientos con gestoras formadas por miembros del Frente Popular, mientras que en la mayoría de municipios se decretaba la restitución de los concejales de 1931, cesados por el Gobierno a raíz de la Revolución de 1934. Antonio Rodríguez de León, de Unión Republicana, fue nombrado Gobernador Civil, en sustitución de Antonio Cardero Veloso.
Córdoba se adentraba en lo que algunos autores han venido a denominar “primavera trágica” donde las noticias de sabotajes, asaltos a fincas y asesinatos de propietarios en los pueblos eran cada vez más alarmantes. El 18 de abril, al igual que en el resto de España, se detuvo en la capital a la junta directiva de Falange. Son numerosas las protestas por las bases del trabajo agrícola y a éstas se suman las de otros sectores como el industrial con huelgas como la de Electromecánicas que se mantuvo durante tres días hasta que se logró la readmisión de casi sesenta obreros que habían sido despedidos años antes. El ambiente para las celebraciones de Semana Santa no era, en absoluto, el más adecuado y en la mayoría de los pueblos son las propias cofradías las que decidieron no salir a la calle ante la amenaza de desórdenes seguros. En la capital sólo se llevó a cabo una procesión el Viernes Santo, si bien la imagen de la Virgen de las Angustias que fue la que procesionó en el cortejo sería ocultada en un domicilio particular por temor a que se produjera un ataque a la iglesia en la que recibía culto.
Para el mes de julio la situación social en la provincia era bastante tensa. Las huelgas se sucedían en los pueblos de predominio anarquista, pero también en los restantes donde la burguesía agraria temía la radicalización de las medidas reformistas y la clase obrera se encontraba cada vez más organizada en torno a los sindicatos UGT y CNT.
En el camino de la insurrección
Tres años antes de la llegada al poder del Frente Popular, la campaña de las elecciones de 1933, en la que obtendría la victoria el bloque de derechas, comenzó con amenazas y vaticinios catastrofistas de revolución y enfrentamientos cuyo desenlace parecía abocado irremediablemente a la guerra civil. El líder de la CEDA, José María Gil Robles, lanzó proclamas antidemocráticas y Francisco Largo Caballero, del PSOE, fue aún más lejos alentando la insumisión de sus simpatizantes, al tiempo que auguraba una confrontación inevitable. Podría afirmarse que las citas electorales durante la Segunda República se desarrollaron en medio de un ambiente de crispación donde los enfrentamientos entre izquierda y derecha fueron cada vez más enconados.
Si ya de por sí los resultados de las elecciones solían ser rechazados por aquellos partidos a los que no les resultaban favorables, la táctica anarquista de la CNT y de la FAI complicaba aún más el panorama político en tanto que fomentaba directamente la insurrección. De este modo, su estrategia consistía en realizar agitaciones sociales que denunciaran las paupérrimas condiciones de vida de la clase trabajadora española y la situación de abandono por parte de las instituciones. Con la insumisión a los poderes del Estado esperaban se produjese el «contagio revolucionario» que desembocase en la tan ansiada revolución libertaria en España.
Madrid, Barcelona, Valencia, Gijón serán escenarios de graves disturbios que se irán extendiendo también hacia Zaragoza, Murcia y Oviedo. Sin embargo, será en Andalucía donde se vivirán los episodios más cruentos, destacando entre ellos los de Casas Viejas (Cádiz) donde la sublevación campesina que había instaurado en la localidad el comunismo libertario, acabó sofocada con gran virulencia, lo que supuso un profundo enfrentamiento político y un nuevo descrédito para la República.
Sucesos de Bujalance
En Córdoba, los hechos más dramáticos tuvieron lugar en el mes de diciembre de 1933 en Bujalance, uno de los bastiones del anarcosindicalismo en el sur de la provincia, que contaba con más de 3.500 afiliados en una ciudad de 14.000 habitantes.
La insurrección armada de los militantes de la CNT se produjo en una situación ya de por sí muy tensa debido a la muerte reciente de un patrón tiroteado en un camino. El día 11 de diciembre se declaraba en el pueblo la huelga general y vecinos armados recorren las calles anunciando la proclamación del comunismo libertario. Los disparos entre huelguistas y guardias civiles, a los que se irán sumando refuerzos, comienzan al anochecer y van a seguir hasta el día 13 por la tarde, cuando se desplace desde Córdoba una sección del ejército que pondrá fin al levantamiento revolucionario, dando paso a las detenciones, más de trescientas cuarenta, y a la requisa de armas.
Los muertos fueron cuantiosos y la represión posterior extremadamente dura. La conducción desde Porcuna a Bujalance del Secretario General de la CNT, Antonio Milla y del Tesorero, José Porcel, acabó con el asesinato de ambos en los llamados «Puentes de Cañete» al serles aplicada la llamada «ley de fugas». Otros militantes de la CNT y de la FAI serían condenados a largas penas de prisión en el consejo de guerra celebrado en Córdoba en diciembre de 1935.
Resulta evidente que la situación social en la provincia de Córdoba se encontraba desde hacía demasiado tiempo marcada por la intolerancia. El clima prerrevolucionario que en la primavera de 1936 se respiraba en todo el país, alentaría la conspiración para derribar al Gobierno. El historiador Moreno Gómez señala que en Córdoba formarán parte de ella militares, guardias civiles, empresarios, grandes terratenientes y sus administradores y la sociedad cordobesa que se movía en el Círculo de Labradores, Círculo Mercantil, Círculo de la Amistad y Cámara de Comercio e Industria. También en el Sur de la provincia los poderes tradicionales se conjuraban frente a quienes veían ahora la oportunidad de llevar a cabo la revolución del proletariado.